17 de junio de 2008

OTRA FORMA DE VER LA ECONOMÍA....LA ECOLÓGICA



JORDI ROCA JUSMET

La economía ambiental aborda los problemas ambientales como excepciones. Para esta corriente, la economía es un sistema que como norma se explica por sí mismo, sin necesidad de hacer referencia al contexto en que se mueve; pero a veces se producen problemas, a los que llaman externalidades negativas. Con este término se refieren a los efectos dañinos para el conjunto de la sociedad que genera alguna actividad concreta. Una vez identificada la externalidad, se plantea cómo solucionar este efecto económico negativo en términos de un análisis coste-beneficio. En resumen, la economía ambiental se ocupa de los instrumentos con los que intentar solucionar estos problemas concretos. La economía ecológica, por su parte, no se opone a la utilización de esos instrumentos, como pueden ser los impuestos que gravan la contaminación, pero sí busca situarlos dentro de un marco de cuestionamiento global del funcionamiento del sistema económico. La perspectiva ambiental es mucho más parcial y, en algunos casos, se equivoca por completo, como cuando pretende que el coste de los impactos medioambientales y el valor de los activos naturales se pueden medir siempre en dinero.

FEDERICO AGUILERA KLINK

El problema es el punto de partida: reducir una gran variedad de dimensiones a términos monetarios e insistir en el crecimiento. Si se considera que todo lo que no se puede monetarizar no existe, aparece el problema de las llamadas externalidades que, tanto la economía ambiental como la convencional interpretan como ocasionales. Diría que esas perspectivas y la economía ecológica son irreconciliables. Considerar las relaciones entre economía y medio ambiente como algo ocasional es un despropósito. Todos lo hemos estudiado en el bachillerato: la primera ley de la termodinámica, la de la conservación, dice que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Esto significa, entre otras cosas, que todo recurso se transforma en residuo, por más que en las facultades se estudie una economía que no consume recursos ni genera residuos. Se habla de materias primas, pero no se habla de las implicaciones físicas o biofísicas del proceso metabólico que delimita claramente la primera ley. Todo recurso se transforma en residuo, y vivimos en un planeta finito, lo que significa que los recursos son finitos y que la capacidad de asimilación de residuos también es finita. El otro día oí en la radio al patrón de la cofradía de pescadores de Sanlúcar de Barrameda; el locutor le preguntaba: «hay escasez de langostinos, ¿verdad?», y él contestaba: «no, no, los langostinos son siempre los mismos. Lo que pasa es que cada vez hay más gente que quiere comprarlos y entonces sube el precio». Es decir, es nuestro estilo de vida el que está generando la escasez, una escasez socialmente construida más que física. Lo mismo sucede con el petróleo o con la capacidad de asimilación de CO2. Los modelos de producción y consumo occidentales han roto los equilibrios de los ecosistemas y han provocado que la capacidad de absorción de CO2 sea, en este momento, el recurso más escaso del mundo y que esta escasez esté provocando el cambio climático. Tenemos que poner los pies en el suelo y pensar con conceptos de economía ecológica. Así veremos que el estilo de vida occidental es un auténtico disparate, ya que no hay fuentes externas de materiales, y nos daremos cuenta de que la solución pasa por pensar en estas relaciones sistémicas de forma integrada.


JORDI ROCA JUSMET

Sí, es cierto que la economía ambiental tiende a tratar los problemas ambientales y la gestión de los recursos como dos problemas completamente separados cuando, desde el punto de vista de la economía ecológica, es evidente que una mayor tasa de extracción de recursos tiende a generar mayor cantidad de problemas ambientales.

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