15 de junio de 2008

EN UN A SOCIEDAD INDUSTRIAL....


EN EL ASFALTO




El sol agigantaba su peso bochornoso sobre las sienes y los cuerpos. La rapidez de la gente en las calles y la sonoridad metálica de los tubos de escape aturdían los sentidos. El bullicio carcomía la esperanza de cualquier sosiego. En aquel ambiente cayó sobre el asfalto casi derretido

Su efigie se apagaba tras recibir el fuego solar que quemaba toda su esencia. Se oscurecía entre los primeros brillos plateados de la noche. El frescor que vino con la luna aireó su cuerpo demacrado. La vida sobre el asfalto cambiaba tenuemente... y otra forma de vivir se originaba bajo el tul de estrellas y de bombillas de neón.

Su silueta se mostraba cada vez más esquelética. Sus carnes se consumían como un lamento de aguda desesperación. El impacto del sol, de la luna o de las farolas aumentaba la mutación de su rostro. Perdía su vigor rápidamente por influencia de aquel mundo agitado en el que se veía extinguir. El sonsonete del vuelo de aves o insectos presagiaban cambios de tiempo. Pero las mismas ardorillas se alejaron con su balanceo juguetón. Cada vez estaba más cerca la tormenta o el resurgir del viento. Mientras tanto, él seguía allí cada vez más solitario.

Un perro vagabundo se le acercó. Rodeó su figura yacente y maltrecha en la penuria. Ojeaba a un lado y otro por temor a caer en las fauces de las feroces máquinas. Marcó su dominio del territorio con un círculo que mostraba el poder de su exilio en la calle. Y con su olfato rastreó y persiguió hasta su inicio la sombra afilada de aquella figura empujada por la farola de estilo fernandino. Maltrecho y herido se tornaba amarillento, yerto, enjuto y seco.

Con el leve murmullo del amanecer la ciudad recobraba sus latidos. Desde los árboles escasos pájaros apoyados en las ramas ennegrecidas alegraban con su ahogado canto. Los habitantes volvían a transitar con la misma fuerza del día anterior. Todo recuperaba su fiereza. Parecía una repetición exacta. Desde la profundidad de la avenida principal apareció una máquina ingente. Se acercó y bajaron seres de apariencia galáctica. Inspeccionaron a su alrededor y, al fin, tras observarlo decidieron levantarlo. Con movimientos cuidadosos lo incorporaron e introdujeron en un espacio oculto y negro. Allí quedó, en reposo, esperando un final que abriese luces a nuevos comienzos. El oscuro cubículo estaba rotulado con llamativas letras y colores: " BUEN COMPOST, TODO VALE”. Pronto comenzó el giro de la trituradora creando el origen y fermento de nueva vida.

José Luis

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