23 de diciembre de 2008

Ezequiél, un escultor e imaginero...

A Ezequiel le gustaba la cera. La moldeaba y convertía en figuras. Empezaba con su afición innata a manipular las formas y a darle una representación de figurillas humanas o divinas. Miraba con asombro las imagenes religiosas de los templos, o cuando salían en sus pasos procesionales. Iba aprendiendo de ellas, de sus rostros, de sus expresiones. En su joven imaginación crecía el mundo del arte. Y, continuaba convirtiendo diversos materiales en la base de sus proyectos y realidades. Comenzó a dominar el trabajo de esculpir. Su capacidad y su temperamento apasionado e inquieto le hacía encontrar soluciones a sus objetivos artísticos. Todo en sus manos se transformaba y adquiría otra dimensiones. Luego pudo estudiar más y asimiló las técnicas y el arte de la escultura. En piedra, madera o en bronce. Entre todas ellas, la madera se convirtió en su preferida y con ella pudo tallar obras insignes. Así en su tiempo de Sevilla fue destacada su colaboración en su retablo. En Canarias hizo muchas obras de imaginería religiosa: cristos cruxificados, resucitados, santos, o la Virgen de Candelaria. Una gran variedad de temas religiosos que serían la parte más significativa de su producción artística para Canarias y para América, principalmente.
Algunas de ellas las vi trabajar en su taller. Allí entre maderas, herramientas, dibujos, bocetos y con su vitalidad impresionante se enfrentaba al reto de dar vida a fragmentos de maderas nobles que deberían encajar y componer toda la estructura y composición de su obra. Recuerdo aquel Cristo que comenzaba y terminó en su taller en el callejón de Altavista en La Orotava. Era impresionante ver como paso a paso iba adquiriendo las formas adecuadas y las expresiones tan especiales. Aquellos ojos, la mirada y el rostro, su boca entreabierta, las cejas y la caída del cabello sobre su rostro, todo el cuerpo y los paños. Un trabajo que, al ver su proceso, se hacía más sorprendente en el avance hacia la obra definitiva. Muchos años después la vi en una iglesia del Sur de Tenerife, en Granadilla. Aquella talla del Cristo a la columna había adquirido un barniz y una prestancia que la hacía más bella. Volvieron mis recuerdos de su ejecución, del tenaz trabajo de Ezequiel, que había convertido trozos de madera en una imagen perfecta de la pasión de Cristo. Se convirtió en un gran imaginero, sucesor de Fernando Estevez, o de Luján Pérez. Dejó varios esculturas retratos de personajes ilustres. La Orotava tiene algunos de sus bustos como el del obispo nivariense D. Domingo Pérez Caceres o del destacado músico y compositor D. Tomás Calamita. Su obra abarcó también las alfombra de flores y las de tierra en las fiestas del Corpus Christi de La Orotava. Su labor fue reconocida con ciertos nombramientos por el Cabildo de Tenerife o por el mismo Ayuntamiento de La Orotava.
El tiempo fue labrando también la figura y personalidad de Ezequiél. El artista fue moldeado y acabó presentándose ante el mismo Dios. Ezequiel cumplió su trabajo y se retiró. Nos queda su obra, su arte y su recuerdo...

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