18 de enero de 2009

El mar, la mar...

Hoy batía el mar con un dinamismo pleno. En el Puerto de la Cruz el oleaje se descabalgaba sobre las aguas removidas por un mar de fondo. La zona costera se llenó de un espumaraje blanco y, a veces terroso. El golpear de las olas sobre los acantilados tronaba y esparcía a todos lados su espuma blanca. Las olas seguidas marcaban el ritmo del latido del mar. Y entre ellas llegaron tres enormes. Una tras otra se levantaron y pasaron junto al Penitente, casi superandolo.. Y aquella masa de agua creció y siguió su caminos hacia su final, batiéndose contra los riscos y rocas. Las dimensiones de aquellas olas no recuerdo haberlas visto antes. Todos los transeuntes se quedaron asombrados y maravillados por aquella expresión de poderío de la Naturaleza. Y así continuó el retumbar del mar entre la extrañeza y sorpresa de tantos turistas nativos y foráneos que paseaban en esa tarde dominguera por el trayecto hacia la ermita de San Telmo. Y poco más adelante, junto a la playa de Martiánez, un grupo de surfistas disfrutaban cabalgando a la cresta de aquellas otras olas que azotaban a los antiguos charcos de la Coronela o de la Soga, perdidos ya en nuestra memoria...

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