24 de abril de 2009

Darwin en Tenerife (fragmento imaginario)

Un fragmento de una imaginada visita a Tenerife de Charles Darwin...

La subida al Teide

Salimos hacia el camino de Chasna, ruta por la que todos los viajeros ascendían hacia las Cañadas y el Teide. A lo largo de sendero, los arrieros se entretenían con sus cantos y sus chanzas, mientras nosotros mirábamos a un lado y otro queriendo no perder detalle de aquella exuberante muestra de vida. En el trayecto fuimos encontrando diferentes tipos de vegetación: helechos, pinares sueltos, brezos, sauces, fayas, la laurisilva y su rica variedad de especies endémicas, o los “pinus canariensis”. Nos llamó la atención esta última especie tan auténtica de Canarias, que tenía la capacidad de regenerarse tras los incendios. Esta planta “El pino canario” perfeccionó sus autodefensas en un territorio volcánico. Seguro que, gracias a estos mecanismos, las islas pudieron mantener sus bosques, aunque con frecuencia se viesen atacados por incendios provocados por diferentes fuerzas naturales.

Esta información fue muy importante y me planteó una serie de cuestiones sobre el comportamiento de las especies vivas. Al llegar al Portillo nos adentramos en la zona más desértica. Una amplia extensión con pequeños volcanes, rodeada por un círculo de montañas, y una variada vegetación de retamas, codesos, hierbas pajoneras, tajinastes se extendían ante nosotros. La hora no nos permitió acercarnos a ver las violetas del Teide. Un paisaje extraño se abrió ante nuestra vista y quedamos atónitos ante aquella inesperada estampa. Aun perduraba una excasa claridad cuando llegamos a Montaña Blanca, recubierta de piedra pómez. Descansamos y montamos el campamento cerca de bombas volcánicas llamadas “Huevos del Teide”. Cenamos y dormimos un poco, al calor de las hogueras y de los cantos de los arrieros. A media noche retomamos la ruta y llegamos hasta la Rambleta. Comenzamos a ascender la última parte del volcán. El frío, la brisa y el terreno pedregoso dificultaban la marcha, pero la voluntad de llegar al Pico, ver el amanecer y contemplar el panorama desde tal atalaya, vencía cualquier dificultad. El aire perdía su oxígeno y ahora a cada paso se hacía más difícil respirar..


Tras salvar el último recorrido llegamos a la cúspide y vimos el interior del cráter. Se olían los aromas fétidos de las fumarolas. Se sentía el calor que brotaba de las rocas y el ambiente cargado de azufre recordaba las clases prácticas en la universidad.. Desde el vértice del cráter pudimos vislumbrar como la oscuridad iba cediendo y las estrellas se iban apagando poco a poco por la claridad que un sol lejano iba levantando. Unos momentos mágicos en los que la Naturaleza se adueñaba de todos y se mostraba en su más absoluta esencia. Los rayos luminosos crecían, mientras iban proyectando la sombra del Teide sobre el circo de Las Cañadas. El horizonte se alargaba paso a paso. Aparecía ante nuestros ojos el dominio de las faldas de la isla, que se extendía hasta sumergirse en el Atlántico. El Océano crecía para mostrarnos el conjunto del archipiélago canario a su alrededor. Fueron distinguiéndose una isla tras otra. Las contábamos y reteníamos en nuestra retina ante aquel momento de gozo y admiración. ¡OH, Naturaleza! Sentí en mi interior el canto a esa fuerza cósmica constructora de tal belleza. Nuevas intuiciones y pensamientos me descubrían nuevas perspectivas sobre el origen y las transformaciones de la Vida.

Llegó el momento del regreso. Muchos cambios me había producido aquella estancia en Tenerife. Ya nada podría seguir siendo igual. Un nuevo mundo se abría en mi pensamiento que venía a apoyar nuevas hipótesis. Tenerife, con su formación volcánica, su variedad floral y faunística, sus habitantes, todo en su conjunto había iluminado mi pensamiento. En mi mente las imágenes se amontonaban. Comenzaba a buscar sentido a tantas observaciones. Había logrado, por fin, ver aquella isla mágica con todas sus riquezas naturales. Tenía que continuar trabajando en la interpretación del asombroso mundo en que vivíamos. El viaje que nos llevaría por toda América podría servirnos para conocer, contrastar y abrir nuestras mentes hacia nuevas perspectivas científicas. No solo se trataba de explicar un caso concreto. Era necesaria la búsqueda de una visión más amplia, que pudiese encontrar una explicación racional de nuestra historia natural.

Y tras aquella fabulosa aventura, regresamos hacia Santa Cruz de Tenerife, donde nos esperaba el Beagle y su tripulación, para adentrarnos en nuevas caminos e intentar resolver tantas cuestiones planteadas en ese campo del conocimiento de la Naturaleza y sus especies….


El Beagle zarpó…

Atrás quedaba aquella isla mágica que nos mostró horizontes de un nuevo mundo...

Un hipotético día de 1832


2 comentarios:

LQS dijo...

Buscaré ese camino de la chasma...
Pintas hasta...para escribir
( el amarillo se ve en el blog porque el fondo es negro pero cuando abres los feeds sobre el blanco no se ve nada de nada)

josé luis dijo...

Lo puse con colores, porque al ser muy largo, aquel que lo leyese podía descansar o saber hasta donde había llegado. Una manera de leer a plazos...
Camino de Chasna llevaba desde La Orotava Hasta Las Cañadas y el Teide, hasta Vilaflor y hacias otros pueblos del Sur.