3 de septiembre de 2009

Bajo el puente...

Bajo el puente se recogían varios mendigos de rostros gastados por el tiempo y la vida. Cada noche les servía de refugio y cobijo para sus penas y sus fatigas. Unas grietas destilaban la humedad y el goteo. La hoguera ardía con rastrojos y periódicos viejos llevando una chispa de calor y luz. Al fondo, entre otros compañeros, enroscado sobre su flaca figura se arremolinaba el soñador que esa noche había vuelto a evadirse, mientras su cuerpo se agarraba a la vida.

Se encontraba en otra dimensión. Había encontrado un mundo nuevo, en el que todo se desarrollaba en confines galácticos. Por todos lados, los humanos vestidos con trajes espaciales flotaban intemporales. La vida extraterrestre les dimensionaba entre las olas de una paz ficticia. Entre el silencio y la cadencia del ritmo de los lentos latidos todo se asemejaba a una quimera. Todo se desarrollaba sin tiempos ni distancias. Pedro escuchaba un imaginado vals y al compás de su danza seguía en su ilusión. Pero había una extraña sensación a vacío. Aquella era una manera de sentir el tiempo y el espacio con otras particularidades. Todo parecía en orden. Un orden riguroso y hermético que engranaba todos los actos. Los rostros de todos los vivientes en aquel orbe se asemejaban. Parecían tocados por la misma magia que apenas asomaba en sus rostros. Imparciales, algo perdidos en un cierto vacío de inhumanidad. No había enfermedades, no había hambre, no había el sentir de la humanidad conocida.

Pedro seguía en su sueño, sintiendo en su cuerpo esas nuevas percepciones. Respiraba metido en aquella escafandra, mientras volaba de un lado a otro como si estuviese en el vientre materno. Por un momento, se notó en su cuerpo dormido el movimiento de sus dedos y sus labios como queriendo expresar cierta angustia. Emitió un grito. Pero siguió navegando en aquella aventura que la nueva noche le trajo.

De pronto, notó que toda aquella vida era una farsa, una ficción donde el encuentro de tanta perfección solo era un espejismo. Decidió volver a la Tierra. Llegó al Hospital se acercó a la sala del laboratorio y se puso a buscar en el archivo de los virus y de las enfermedades de los mortales. Logró coger algunas y se lanzó de nuevo a aquel espacio tan parecido a la felicidad. Y abriendo las cajas con los virus de las enfermedades las dejó libres para que los seres volviesen a conocer el dolor y la humanidad. En el sueño vio cómo se iba rompiendo aquella extraña sensación y todo volvía a recuperar un toque de luchas y esperanzas. Se notaba un nuevo aire, una nueva atmósfera que les dimensionaba a un mundo más humano, terriblemente humano.

Se despertó y su rostro cansado iluminaba un aire de gozo, de sentirse alegre y lleno de vida. Olió a humanidad a su alrededor y volvió a dormir.

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