Díscolo el joven aprendíz se escapaba de sus obligaciones. Se esfumó entre sueños y comenzó a probar en otros derroteros con el arte de tallar. Se quedó sin cajas, pero se atrevió a inmiscuirse en terrenos complicados que le atraían. Sus musas les llevaron a querer acercarse a otros espacios A ratos, bajo el ritmo de las gubias, fueron apareciendo mundos que primitivamente iban mostrando los bellos cuerpos y siluetas de otros ensueños. Las formas inventadas o atraídas desde otras realidades fueron cobrando su presencia, mientras él intuía nuevas posibilidades en sus golpes. Creyó verse reflejado en el viejo Gepeto y notó como aquellas figuras, aún en barruntos, iban desplegándose ante él. Al ir descarnando aquellas maderas los cuerpos femeninos parecían que tomaban vida,que se acercaban a una realidad más cercana. Pensó que pronto, por aquellas intuiciones pagaría y el maleficio de aquella extraña percepción le traería alguna lección por su atrevimiento a emular oficios que desconocía. Pero no desistía. Cada nuevo trozo de madera, que conseguía y que poco a poco iba reconociendo, le sugería una nueva figura envuelta en su interior. Y trazaba en ella con el lápiz otra idea que se plasmaba en su versión inicial. Borraba, corregía y retornaba a pulir el boceto. Lo veía en su cabeza, notaba su complejidad, su hermosura, veía los volúmenes en el cedro oloroso, y se lanzaba a querer conseguir que aquella intuición cobrara las autenticas formas, la belleza del cuerpo femenino y su incipiente vida. Pero fatua ilusión. Sólo alcanzaba un lígero sueño de aquella belleza vista en su alma. Imaginaba a la pequeña figura bailando en danzas orientales, o a aquella otra luciendo su torso ,bastante plano, debido a su ignorancia y falta de previsión. Gozaba en su hacer, y sentía la desazón de no alcanzar su idea imaginada. No se daba cuenta que lo lograría con el tiempo, con el trabajo, con la fuerza de voluntad e ilusión que ponía en su tarea. Avanzaba más de lo que parecía, pero el ansia de lograr alcanzar la belleza le quemaba. Y soñó escuchar la voz de Gepeto, estimulándole a seguir en la faena. Los ejercicios iniciales eran un acercamiento al maravilloso mundo de las formas, de los volúmenes, de las sensaciones. Quería encontrar en sus tallas de madera un ligero avance.
2 comentarios:
Sigue ese aprendiz dando rienda suelta a su imaginación. ¿Con qué nos sorprenderá en el próximo post?
A ver por dónde sale en la próxima. Ya se estan quemando los últimos cartuchos...
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