12 de octubre de 2011

Pequeña...

Allí estaba en el cuarto semi oscuro. Sus articulaciones se volvían lentas, torpes. No obedecían, como antes, a las órdenes del cerebro. Parecía que algún mal se apoderaba ,lentamente, de ella. Se la notaba más pesada, y menos dúctil.  Desde hacía algún tiempo mostraba una actitud hostil. Y eso que el mundo seguía enseñandole maravillas, plagadas de colores, de armonía, entre aquel marasmo de luchas y diatribas.Ya no reaccionaba ágil, diligente, sino como si se hubiese interpuesto un extraño malestar, un duro cansancio y un mal destino.
Pronto, su energía  no llegaba fluida y ligera. No respondía a sus estimulos, porque había fallado su sistema de riego.  Indicaba ciertos presagios oscuros. Tal vez, todo era una predeterminación impuesta desde el momento de ver la luz. Tal vez, como todos, tendría una fecha de caducidad, un momento para el retiro, quisiese o no. Había llegado el momento en que fallaba continuamente y se preveía un agónico desenlace.
Ella que había crecido entre largos  paseos, que había  viajado por espacios tan diferentes, por  tantos Continentes. Ahora, languidecía. Se mostraba lenta, temerosa de no poder continuar en su tarea. Notaba que él se resistía a perderla. Sabía que le hacía falta, pero se daba cuenta que  él la quería, que la echaría mucho de menos, aunque siempre pudiese conseguir a otra más nueva,  más moderna, pero ya nada sería igual. Poco tiempo después, aquella pequeña Olympus quedaría inutil entre sus dedos.

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