Mirabamos al frente y veíamos aquel artilugio casi totalmente tapado. El fotográfo, medio escondido, nos llamaba la atención. Nos decía: "Quieto, un pajarito" y el fogonazo de la lámpara, de no recuerdo como se llamaba, iluminaba todo el estudio. Ya desapareció toda aquella magia de la vieja fotografía, pero aún con las nuevas cámaras y con los tratamientos de la imágenes con los programas digitales persiste el sabor de un mundo de fantasías...
2 comentarios:
Pues si, y todavia guarda su magia, asi estamos algunos tan enganchados... :)
Precioso el piano, se oyen las notas :)
Un abrazo
Sabes con qué he asociado tu imagen de hoy?
Con la estatua de Viriato que hay en la plaza del parador de Zamora ¿lo conoces?
Un beso
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