Sus rostros mostraban placer y gozo. En sus manos las gubias ahondaban el cedro y extraían nuevas formas. El olor de la madera abierta se expandía ante ellos, bañándoles con su aroma. El maestro tallista pasaba de aquí para allá siguiendo el trabajo de sus pupilos. Eran ya maduros, habían dejado a tras los años de práctica del baloncesto, de corretear por las canchas de la isla en busca del enceste certero y de ganar alguna copa. Pero ya solo les preocupaba el disfrute de la charla, saborear unas buenas copas de tinto, el recuerdo de otros tiempos y el nuevo aprendizaje de la talla. Allí junto al banco, golpeaban una y otra vez con el mazo de madera para extraer las líneas que formaban aquel dibujo abocetado sobre la pieza de cedro. En esto llegó la mujer de uno de ellos. Saludó al tiempo que contemplaba el trabajo de aquellos hombres que como niños disfrutaban de su nueva afición. Uno de ellos dirigiéndose a ella le dijo en broma: ”Dile a tú marido que te prepare el ajuar”. “A buenas horas “ contestó ella mientras reía. Su marido afirmó: “ mejor hacer una lancha para pescar en las horas libres”. Y con sorna y humor negro contestó el de la gorra:” Si una lancha para preparar el viaje al otro lado”. Entre risas sarcásticas todos dijeron: “ Sí, para preparar el próximo viaje”.
1 comentario:
Supongo que estarían tallando un ataud, no??
Tendría carcoma la madera?
Preguntas... sólo preguntas
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