Ahí vamos con la lengua fuera por el cansancio,
ante un final de camino que parece no llegar.
Los rostros muestran como el trabajo va marcando y se transforman los animos con el paso del
sendero. Se cambian los ritmos, se agota el cuerpo y sigue la meta cada día más lejana. Un espejismo se agiganta entre los caminantes y el punto de llegada. Y las miradas se resienten
por un perverso dolor que nos maltrata.
Queda menos, está ahí cerca, pero los eslovenos propugnan unas nuevas jornadas de 65 horas. ¡Oh, Dios, que no caiga tal suplicio sobre los trabajadores del siglo XXI!. Acaso nos hemos olvidado de la lucha del movimiento obrero durante todo el siglo XIX y XX. ¿Se amparará la dña en estas nuevas y fatídicas propuestas para cambiar nuestro sino? ¡Adelante, entre todos llegarémos a una meta más justa para todos!. No nos rindamos en este camino de una educación con profesionales dignificados y valorados por la sociedad. De todos depende, el futuro o el retorno a la servidumbre...
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