Caminaba distraído entre sueños y quimeras. Veía en la distancia el paisaje de la vida. Y, de pronto, encontré, semioculto entre la maleza, un saco atado con badanas. ¿Quién se habrá dejado éstas papas? Pensé. Y curioso me acerqué, lo abrí. Una enorme sorpresa me asaltó. No eran papas, no eran productos del campo. Era ristras de letras, cientos, miles de esos extraños artificios inventados hace tanto siglos...
Entonces, comenzó la gran aventura, la gran sinfonía de la palabra. Y descubrí en aquellos retazos desorganizados un juguete de dimensiones descomunales. Además sonaban, según las iba enlazando. Y las voces que deletreaba hacían estallar significados que acariciaban mis oidos. Empecé a esparcirlas por aquellos campos y se fueron uniendo por la brisa y gimoteaban, balbuceaban y estallaban como fuegos artificiales que hacían crecer un nuevo cielo. Aquél hallazgo despertó unas ansias nuevas, senderos abiertos a miles de hazañas y cuentos.
Por fin, encontré el mayor regalo que nunca pude esperar...Desde entonces, lo disfruto como jamás pude imaginar.
Un texto ya publicado en este blog, hace algo más de un año.
4 comentarios:
Preciosa metáfora. Yo hace un año no había llegado aún...
Besos, JL
Un gran hallazgo...
Abrazos.
Afortunado eres. Cultivas las letras y recoges sus frutos. Caminas entre ellas y respiras su aroma.
Quisiera yo encontrar un saco como ese, aunque fuese mas pequeño y así cosechar, enlazar, regar, oler y recolectar versos, textos, palabras...
:)
Gracias por esas bellas palabras. Seguro que ese saco existe y te asombrará la riqueza que te entrega...
Saludos.
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